martes, 29 de diciembre de 2009

Agua y Sal

¨Ay Rebeca, tienes que cambiar tu manera de relacionarte con los hombres...¨

La fiesta prometía ser un suceso: la kermese en el Colegio Provincia de Córdoba se había hecho desear hasta aquel jueves por la tarde. Por fin, la Institución que se había dignado a recibir a mi hermano sordo, nos recibiría. Siete años y un tapado de ella de antílope color manteca. Lo que hubiera parecido un disfraz de enana regresaba a mí cual halago en la mirada de los otros. Es una cuestión de actitud. (No veo un carajo, sigo) Les decía que finalmente el reloj había dado las 5 de la tarde cuando arribamos a bordo del 504 los tres, temprano y puntual. Él -como siempre- ocupaba todos los rincones de mi espera. Y es que mi papá es médico portero y yo siempre en el fondo odié a las embarazadas de mi papá. Y hoy -como siempre- no quiero corregirme. A ver si todavía choco y no llego al año que viene. El asunto es que el Colegio estaba todo decorado. perfecto. Recuerdo la alegría de esa gente y mi entusiasmo repentino en acompañarlos desde mi mudez. La kill me quedaba larga. larguísima. -Pero llevar ese alfiler de gancho dorado todo, cruzado entre las piernas, despertaban en mí cierto orgullo de medalla que nunca gané porque yo, yo nosé ganarme nada -salvo un puesto de ayudante de primera ad-honorem y una beca por promedio alto en Selección de Personal IT-. Cuestión que el tipo no llegaba más y ya habiéndome olvidado yo de hacer pis -como siempre hago- me senté apagada, apagadísima, en una grada a la cual, le debo la vida. Minutos después, la Señora Directora Nelly tomó la palabra para invitar a todos los presentes a subir al primer piso donde finalmente, se serviría el chocolate caliente con churros. La cola para subir superaba a la salida de la diagonal norte de un miércoles tipo once y cuarto de la mañana. Un, dos, tres, cinco escalones y ahí vino la premonición: giré mi cabeza y -con esa duda certera que a una le adviene justo antes de un gol de Cambacheres- pude verlo antes de que atravezara las rejas candado del establecimiento. Y digo la verdad si digo que en ese instante, fui yo quien lo trajo a la vida a él porque lo que recuerdo -como si fuera hoy- fue su sonrisa indisimulada al verme. Su rostro radiante y entre sus dientes un: ´Carolita!´ mudo... y la puta madre que me parió que si no fuera por ella, creo que él jamás me habría amado tanto. Carolita me servirías jugo? Resulta que él me dice así, y yo me meo toda. Cuentan que una vez a los 6 meses, me pe(z)qué una gripe fulera. Una de esas gripes que te paralizan la mitad de la cara -incluisive el ojo. El termómetro pasaba los 40 grados y ella había tomado las armas para extirparme cualquier dolencia. Dígame señora...Cómo está la beba? -preguntaba el pediatra y ante cualquier respuesta tentativa de los otros cuentan que él - envolviéndome en una frazadita rosa- contestó entre lágrimas (que hasta aún hoy me riegan) con un: ¨La beba está luchando por vivir¨. Te das cuenta? Te das cuenta lo que hace el tipo? Me regala posibilidades. Me acuna y me regala posibilidades. El asunto es que atravesó a todo el gentío, llegó hasta mí zigzagueando y tomó mi mano. Nunca pudimos hablar nosotros. Y bendita sea su timidez que tanta paz me dá! ¨Ya estamos. Subimos? Y allá fuimos. Resulta que el tipo era tan dulce como patriarcal. Muy prolijo. Al igual que su nieto, duerme con los brazos cruzados cual murciélago, pero de coté. Se caga en sus hombros a diferencia mía que los descuido pero a su vez -aún hoy y como puedo- los protejo. Cuestíon que nos sentamos. Curiosamente nunca pude sentarme frente a él. Recuerdo estar mirando su perfil repingado y recuerdo también el pico extenso plateado de esas cafeteras de hotel barato de la costa. Las mismas cafeteras que el hotel Don Severo -recuerdo haber pensado justo antes de que advenga la catástrofe. Entonces supongo que voy a ser muy obvia al decir que una de mis manos -seguramente la izquierda- intentó hacer un ademan de llamado de emergencia justo cuando toda la cafetera giró un cuarto sobre la bandeja, rebotando en la mesa para terminar vomitando sobre el saco de lino -impecable- de mi padre. Solamente nos miramos. Un instante -porque también claro, enfrente- estaba ella. Ella que cuando quiere deja de ser ola y se vuelve ala para contenerme bajo su rama. Me salió un versito. El asunto es que toda la intención de ella no fue suficiente para acallar el silencio ulcerante de él seguido de su abandono -determinante- del aposento. Silencio. Y el papelón como siempre para mi, fue lo de menos. Acto seguido, arriba del 504 recuerdo las luces verdes de los semáforos y la detención en cada esquina para tomar aire. El viaje de regreso a casa tenía el sabor de esos viajes en colectivo donde uno va sentado al revés, como avanzando pero mirando hacia atrás: espantoso. El magnetismo de la boca del lobo y el 4G del garage avisaban del retorno tan temido. Las tripas revueltas y el zumbido en los oídos a unos tres metros bajo agua, fueron alivianados al subir por la escalera ese primer piso de la calle que me vio nacer. Me fui al sofá y me asusté porque esa vez, hasta la voz de Margarita se había escondido vaya a saber dónde. Cerré las dos puertas del living y respiré al creer que iba a poder ser feliz viviendo el resto de mi vida entre esas cuatro paredes. El televisor sagrado se digno a hacerme compañía y yo -que siempre me sentí más fuerte sola- empezaba a sentirme un cachito mas cómoda cuando una de las dos puertas se abrío y a lo largo, ví su sombra. Ese cachito de felicidad quedó en suspenso dando paso al arqueo de mis pestañas y al cruce de mis piernas. El alfiler de gancho titubeaba pero ahí estaba -mal o bien- resplandeciente en diagonal, al frente y para él, tal cual lo había soñado. Eso es lo bueno de conformarse con poco: que las cosas al final, sencillamente suceden. Y si sucede, conviene. Qué me contás? Atravesó el parquet y se sentó a mi lado. Miró hacia abajo y agarrando su rodilla me pidío perdón, entregándome su nombre.


Fue la primera vez que le acaricié el cachete.


martes, 22 de diciembre de 2009

9

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jueves, 17 de diciembre de 2009

¡Y chau lágrimas!

Deberes.
Intervalo en el acertijo:

Oís?
Superálo.

-y no te asustes que bien sabes que estoy casi menopáusica-

Ahora sí:

A más de un año y a días del día de los inocentes, la pregunta sigue siendo:

¿Lo habrá encontrado?


Si es así, juro que le regalo un 0KM.



De última sabe que, un Okm puede que se venda fácil y entonces con la plata podría....
Arreglar el techo del baño ahora que pienso.






¡Y arriba los rulotones!
:)

viernes, 11 de diciembre de 2009

Milagros, Belén y Yamú

Hoy desperté
y teniéndote a mi lado
te encontré en el abismo
entonces crucé los 19 mares,
haché los morros
y soplé todas y cada una de las hojas

Ayer en tu urgencia,
resolviste contarme que te sangraba el oído
implosiones neurológicas me apresuraron
y entonces decidí cambiarme
-obviando la combinatoria claro-
para ir a buscarte...

Es importante que sepas que cuando sea,
yo puedo llegar
Es importante que sepas que cuando quieras
vos podés esperarme

Y entonces en la guardia
el temor a encontrarte ya no estaba,
y mientras en 36 minutos,
aquél camino amarillo
me ofrendaba el sostén de su ausencia,
volviste a mi para decirme
que ya estabas de regreso...

Te conté de mis penas,
de mis grotescos
y de aquellas pocas alegrías que llevo entre mis lágrimas

Me convenciste
en cada una de tus versiones
-oíme bien-
acerca del miedo absurdo ante lo inesperado...

A cambio te dije
que la melancolía no te habita,
porque de deshechos
no estamos hechas vos y yo.

Juntas pensamos
que el destino de los desperdicios
prevalece en el encuentro de los ahuecados,
y al devolverte una imagen,
desde el destierro advertimos,
que nuestros suburbios
están amalgamados
en todas nuestras -o al menos dos-
posibilidades de ser ....

Todo esto que te digo
me lo dijo ya Belén a su modo,
y no puedo reconocer si es que antes
éstos mismos soplos
salieron de tu boca

Lo que sé ...
es lo que siento.
y a vos te encuentro
-igual que a ella-,
por fuera de todas y cada una
de las palabras,
en los andenes
y en los recuerdos
de lo que está
porvenir

Mi garganta
sobrevive
en tus inscripciones
mientras el resto,
-ése que no ancla-
se vuelve cántaro en vos

y entonces mirás hacia abajo,
volvés simétricas tus cejas
y adviene el máximo tesoro:

Tu eco y sus dones...

Me lo ofrecés sonriendo, te dije?
Y entonces cuando me animo a recibirlo
brotan de él
semillas

Es la parte que soplás muda
mientras tu silencio
(que hace eco)
disfraza libertad...


Por eso sos mi amiga.



Gracias, ché...


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lunes, 7 de diciembre de 2009

Niní

Estoy con la Calcevita a pleno. El Redoxon no para. Siento como si un vampiro del once me hubiese dejado con la piel a pura tela zurcida. A veces creo que el secreto es lograr ser más silenciosa. Como Scarlet o Penélope. pero sería forzado. Además te cuento: cuando era pendeja y mudita me iba peor. Todavía recuerdo la risa al borde de las lágrimas cuando Adelita me decía que ´amar sin ser amado es algo así como limpiarse el culo sin haber cagado´. Acto seguido me sacudía con cinco palabras: ´nena, cuando un tipo está engallolado, espera toda la semana para verte el sábado a la noche. Y te lo hace saber. No te tiene gastando vela. No sufras por un bello brumel, querés?´. Cinco palabras y la idea de un amor simple lograban desanudarme el esófago y no sólo eso: cinco palabras y el enunciado arriba del tapete acerca de lo absurdo de erotizar el dolor me dejaban sin entender, una sonrisa dibujada en el rostro. Y es que cuánta dispersión le debo! ´El problema nena -aún me dice- es que los poetas leyeron mal a Freud´ Otra vuelta en quinto grado resulta que la maestra Lorena -la misma que se había quemado la mano en el experimento con los tubos de ensayo dentro del aula- me retó porque mi cuaderno era un desastre. Me recuerdo aburridísima en el aula de quinto grado C. El asunto era que venía siendo abanderada y ese año colgué los botines porque resulta que yo, tengo un problema con los extremos: fracaso o triunfo pero no a medias tintas, parece. Mis victorias y mis fracasos son brillantes, diría Beto. Y entonces Lorena se dignó a manchar lo que quedaba de mi cuaderno de clases con un escrache del tipo: ´Cuaderno incompleto. No presta atención en clase. Notificado: dos puntos´ La única parte de esas clases que recuerdo, era cuando la maestra esparcía o desenrollaba los mapas por sobre el pizarrón. Jugaba a ver formas. Algo así como el juego de las nubes. El asunto es que esa tarde llegué a casa con el escracho en el cuaderno, cené como pude y hablé todavía menos de lo habitual. Ella lo había notado. Algo me estaba pasando y ¡Qué tranquilidad encuentro aún hoy en toda su resonancia! Muy pero muy mortificada me fui a dormir sin decirle una palabra. Y cuando las luces se apagaron -salvo la del baño- me senté en el piso a releer la nota. Qué angustia! Y es que todavía no me era familiar sentirme un desperdicio. O tal vez caía en la cuenta de lo inevitable. No lo sé. El asunto es que estando con el cuaderno sobre una de mis piernas con la rodilla doblada -mientras que con la otra me envolvía- la puerta se abrió. Momento: Recuerdo que lo que me espantó en realidad fue que no me resulte extraño que la puerta de mi habitación se abriese justo en el momento en que se abrió. Y ahí estaba ella una vez más. Y por detrás de ella, la luz. En un rapto de lucidez creí haber muerto y estar entrando al paraíso aunque, al curtir con mi primo hermano, la madre María Luisa ya me había vaticinado el infierno. Igual ella se encargaba de que no le preste atención a la monja ´y mucho menos a los curas -agregaba- porque -según dice- nada puede entender un tipo que usa polleras´. Cuestión que la tipa se acercó y como pocas veces, recuerdo aún hoy su silencio, su mano en mi mentón y sus dedos absorviendo mis lágrimas cual valerina nueva. Mi héroa. Mi Heroína. Leyó el cuaderno y no me demandó una palabra. Me dijo que al otro día iba a ir a hablar con Lorena, que por lo demás descanse y que afloje los hombros para dormir porque total, ´los vampiros existen pero son todos cagones´. Y entonces así con ella, otra vez la sonrisa. Esa noche soñe que de un árbol caía en una piscina que en lugar de agua y cloro, rebalsaba de jugo Tang de ananá. Qué plácida desperté! Del resto lo que recuerdo, es que eran las once de la mañana del otro día y yo, desde el quinto piso de ese colegio -que según todos parece un castillo pero no- recuerdo decía, la certera sensación de su llegada y con ella, su energía resicitadora cual tempestad rebelde, de esas que dejan a sus amos en suspenso. Podía verla sin mirarla: canchera en su 504 con su chaqueta de cuero marrón, sus botas setentosas y su pollera escoscesa en tonos terracota y verde seco. Podía tardar como mucho, 5 minutos en estacionar su auto en la barranca, cruzar su cartera verde botella y subir las escaleras del recinto sin pestañar. Mucho Rimel, eso sí. Qué amparo! Una vez me dijo que ´madre es quien al amar da vida.´ Y también dijo que ella ´con su dolor podía, pero que el dolor de los que ama le resulta indigerible, ulcerante´. Ahora está acá, al lado mío. Y mientras se calienta con Denzel Washington y dice por enésima vez lo lindo que se viste Tinelli, le pregunto si pensó en volver a enamorarse alguna vez. Ella gira su cabeza -ya no con el repasador al unísono; y es que hace unos días que va de un lado para el otro con el cargador de su teléfono y una birome entre sus manos- se suelta, agarra el control remoto y mirando el más allá cual paraíso, enuncia: ´Que fuerte está Miguel Bosé en Tacones Lejanos. Te fijaste?´ Y agrega: ´No nena, a mi una pija no me agarra nunca más. Te tomaste el Redoxon?´


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