lunes, 30 de noviembre de 2009

Truco al Rey

´Hoy pasé por la demolición.
Está casi terminada;
queda sólo el basamento (coronado de chapas protectoras
como espinas) de los cinco pisos
que vieron pasar casi un siglo,
incluídos vos y yo.

Tenías razón: sobre el hombro indiferente
de la mole impersonal que alguien plantó a su lado
(y que parece haber llegado
justo a tiempo de escoltar la muerte)
quedó la huella del color durazno que elegiste
para el corredor de tu casa.

¡Ay, las coordenadas!
¡La geometría que voló a mis ojos
para calcular aquel lugar
que amamos!

Hoy en ese punto hay puro espacio,
cielo virgen, miradas perdidas
esperando el semáforo,
nada.

Y aún estás allí
conmigo, muerta de frío
mirando las estrellas de la alineación
como si de veras fueran a hacerle algo
al mundo.

Aún estoy allí,
en mi arrogancia veinteañera;
la vista clavada sobre el río,
un nudo de silencio en la garganta.

Estás ahí:
corrida por la magia
que tu corazón no se atrevía.

Aún me veo
dejándote una y otra vez,
volviendo siempre.

Fuimos ahí, más que en otras partes,
vos y yo, tanto,
que tal vez no imaginamos
nunca, nosotros en otro
lugar.

Por eso,
ese nuevo punto que ganó el vacío
se nos parece tanto. Está lleno del horror
de no tener olvido´.

Pedro Aznar

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miércoles, 11 de noviembre de 2009

She was

La mujer llega puntual. Un pantalón de trabajar, una camisa a cuadros y un saco color maíz dejan escapar el rastro de una mujer hermosa de unos... 74 años. El cabello recogido y unas canas que, desprejuiciadas, realzan aún más su belleza quitándole peso a cierta dejadez. Elida sonríe lo necesario. Me saluda amable y demuestra que es una alegría conocernos finalmente después de tantos llamados teléfónicos. Estira sus brazos con el fin de colocar los restos de un flequillo crecido tras sus orejas dejandome ver al mismo tiempo -como si quisiera- una especie de muñequera de cuero bordó sangre colocada en su mano derecha. Siguiendo mi vista, cuenta que es un regalo de su madre. Dice que su madre era una especie de una amazona bien condimentada y que de él en cambio, sólo le quedó la ropa. "Y es que tuve que transformarme en él. No me quedó otra viste... Nadie nunca me habló como él. Sabés como me cogía? Tres hijos nena... Sabés lo que son tres hijos?" Cuenta que de él aprendió el oficio que hoy día la trae en su visita. Afirma que los matafuegos serán colocados en quince minutos a una altura máxima de 1 metro setenta del piso. "como lo indican los de la ART -y agrega- los de Consolidar son unos chantas... no los soporto" Al rato vuelve referirse a él y cuenta que lo abandonó por ser adicta al juego. "Tuve que elegir y entonces... -continúa- acá me ves. Llevando su tradición" Jura haber ido a Las Vegas en auto tan sólo a perder todo. "Necesitaba vaciarme. Necesitaba vaciarme de palabras. Era urgente sabés?" Reconoce que ante la urgencia -paradójicamente- su peor enemigo es el pensamiento. "pero a mi el pensamiento no me gana nena" Afirma 'tener la virtud para escapar de las palabras' mientras coloca la mecha en el taladro de un modo cuasi religioso. "Tapate los oídos" Mientras habla, la nitidez de lo que va diciendo ausenta el ruido como si fuesen sus palabras en verdad las que taladrasen la pared. Dice que él sencillamente la esperaba y que cuando él llegaba a su casa, con él llegaba el orden y la contemplación. "El era capaz de ordenar todo. Todo menos a mi por suerte." Cuenta que cuando volvieron a verse, 11 años después, lo encontro abandonado pero intacto. "Sabés acaso cuanto tardé en recordarlo? 5 años. Pasame los tarugos querés?" Comenta que sus hijos ya casi no le hablaban. "Cómo te podés olvidar del tipo que te armaba el escalectric, del que te llelvaba a tomar los helados a Gelatti Milano? Del que sabía de tus gustos! Frutilla al agua y dulce de leche. Yo nosé. Sabés que pasa nena? Escucháme bien: No perdonamos no morir a tiempo" Sanciona que hablar no sirve de nada. que hablar es puro relleno aunque, necesario. 'Listo. Avisame si necesitás un matafuego para el auto y hacemos eso entonces' dice, mientras le respondo que auto no tengo. "Claro. Para qué tener auto si te llevan, no? Gracias por el cambio" Asiento entre risas y pienso en el curso de manejo de la calle Manuela Pedraza. Recomienda que camine porque mientras se camina dice, "uno vé en las palabras lo que va viviendo y entonces.... desespera. De eso se trata estar vivo y sino... te la perdiste" Le propongo acompañarla hasta abajo y le pido que me espere un momento mientras voy al baño a lavarme la cara. El ascensor nos invita a subir para bajar y en la puerta se apresura: 'te dejo. me voy volando. tengo una cita -palpita- El tipo juega al bridge podés creer? Y yo no entiendo nada, pero soy fanática del bridge" Le indico para donde queda la calle Junín y se despide con un adiós. Subo y me encuentro con el caos. Las ventanas abiertas y miles de papeles desordenados bailan arriba del escritorio donde trabajo por las mañanas. Ciertamente, ya no pienso en renunciar. Bajo la velocidad del ventilador de techo, ordeno los papeles y bajo el teclado encuentro la muñequera/pulsera de Élida. La tomo entre mis manos, la observo y sonrío. Abro la puerta del locker, la dejo dentro de la caja de los objetos perdidos y suspendo en la remisería la reverva que tenía para hoy a las tres.