El se enervaba, cerraba sus puños y decia tajante: La concha de Dios. Luego, su rostro cedía ante sus arrugas valientes. Pocas lo conocieron. Yo por mi parte, permanecía muda, tratándo de unificar sus palabras en mi interior. Así podían pasar una hora o media en silencio que hubiesen sido en lo concreto quince segundos. Es que con él los silencios eran eternos. Que mirás Caro? Acaso no sabés que Dios es, en realidad, una mujer? Después se iba. Asicomosinada. Por éso. Colorado el 18. la fecha del aniversario del fallecimiento de la muerte de su padre. Y es que su padre estaba vivo en todos sus rincones. Su adicción al juego y la falacia de creer haber perdido tomaban su tiempo. Sólo se percibía en él un atisbo de muro ahuecado cuando se tomaba un taxi para ir al casino. Pero "todo es mentira" decía. Olvidáte. Y se jactaba una vez más él con su soledad en ese acto de entenderse solo. Vos me tenés que prohibir que vaya. No, respondía sin saber bien pero decidida. Yo tan solo puedo acariciar la esperanza de generarte ganas de otra cosa, esbozaba interrumpida, tímidamente. Y ahi permanecía yo, mirando de perfil su mesita de luz con la cabeza inclinada en su almohada. En esa parte recordaba Corazón Valiente o algo así, una de sus películas preferidas.
A lo lejos, si es que él era mi dios, supongo que mi esperanza tuvo algún sentido.
Ayer me contaba que a su intimo amigo le remataron la casa. Hernán. Nunca me cayo bien, Hernán. Era uno de esos amigos como adhesivos viste? Lo vivenciaba en cierto modo como una amenaza si se quiere y porqué no, femenina. Le remataron la casa a Hernán, parece.
El por su parte, está a poco de comprarse un departamento. Va al gimnasio todos los días y usa ropa marca Adidas. la de las tres tiras viste? Dice que lo que le dí lo salvo de su adicción y para mi... para mi colorado el 18.
No va más.